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¿Qué moda seguían los soldados de la Edad Media?

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Capítulo 1

Serie: Al descubierto

"En la edad media hubo un interés más o menos generalizado por la tecnología bélica, así como también por la moda militar"

El arte medieval está lleno de soldados: a pie, a caballo, con equipo ligero o pesado armados. ¿Qué nos cuentan estas imágenes sobre su tiempo?

En la sociedad estamental, la clase nobiliaria justificaba sus privilegios con ideales de nobleza ligados al valor militar. La imagen “literaria y visual” del hombre armado y, especialmente, del caballero, se convirtió en uno de los símbolos del mundo feudal, con una aureola de fascinación que ha perdurado hasta la fecha. Es una de ellas entre muchas pruebas el lenguaje de la heráldica, que a partir de las señales que decoraban los escudos se convirtió, a partir del siglo XII, en todo un rico y complejo sistema de representación y diferenciación social. En buena parte por ello, en la Edad Media (como en otras épocas de la historia de la humanidad) hubo un interés más o menos generalizado por la tecnología bélica, así como por la moda militar, que incidía rápidamente en el desarrollo de la moda civil.

Las obras de arte religioso medieval a menudo contenían imágenes relativas a acontecimientos muy anteriores en el tiempo (como por ejemplo los hechos de la vida de Cristo o de los apóstoles, acaecidos en el siglo I), pero sus códigos de expresión visuales eran, casi siempre, los de la época de los pintores y quienes encargaban las obras. En un mundo mental desprovisto de la moderna idea de la historia y del paso del tiempo, para representar a un rey o un soldado, aunque fuera de mil años atrás, era necesario utilizar las imágenes cotidianas. Por eso estas obras de arte reflejan suficientemente fielmente las innovaciones en tecnología y moda militares en las figuras de soldados y caballeros; si acaso, para representar a un personaje antiguo, se podía vestir la figura con la panoplia o armamento de una o dos generaciones anteriores, que todo el mundo recordaría como algo arcaico. El arte cristiano se lo ponía fácil: la presencia abundante de figuras militares era requerida, o al menos muy fácil de justificar, en las escenas de pasiones y martirios de Cristo y de los santos, que al fin y al cabo se presentaban como castigos públicos inflingidos bajo el autoridad armada de Roma o de otras potencias paganas; pero también a través de las figuras de los santos militares, bastante abundantes en el santoral cristiano. Sin ir más lejos, en un Calvario cabían las imágenes tanto de un soldado raso a pie, que se jugaba en los dados la túnica de Cristo, como la de un centurión u oficial a caballo; y santos tan populares como Sebastián o Mauricio incluían en sus leyendas la dedicación al oficio de las armas.

En el frontal de Puigbò (MEV 9), por ejemplo, podemos ver a san Martín, obispo del siglo IV que, según la tradición, había sido soldado de joven; su conocida leyenda explica cómo, yendo de camino, se partió la capa militar con un pobre que pasaba frío. El pintor del frontal le representó vestido como un caballero de inicios del siglo XII, seguramente tal y como deberíamos imaginarlo no en batalla sino en el transcurso de un viaje: con zapatos, medias, una especie de túnica larga , una espada en la cintura, una lanza con banderola y un escudo en forma de almendra, pero sin el ausberg de mallas y el yelmo que se habría puesto para el combate.

Mucho más abundantes son los soldados en las representaciones del siglo XIV. En el retablo de Bernat Saulet (MEV 576), la escena del arrepentimiento de Cristo en el huerto de los Olivos abunda en figuras de soldados de infantería armados con lanzas, espadas, mazas, hachas y hoces de guerra o partisanas, protegidos con escudos de perfil ojival y vestidos con ausbergs de cota de mallas, puesto sobre una túnica que evitaba el rozamiento del metal contra el cuerpo ya veces cubierto por un perpunte de ropa corto, seguramente más decorativo –por ejemplo, con heráldica pintada o bordada– que protector. El mismo tipo de militares y escudos se reencuentra, por ejemplo, a los pies del sepulcro vacío en la escena de la Resurrección.

El torso también se podía proteger con corazas claveteadas o brigandinas, a veces hechas de láminas que permitían una cierta articulación y movimiento, como puede verse en Calvari de Balenyà (MEV 49).

En la cabeza, los guerreros suelen llevar cabizbajos o capuchas de cota de malla y, encima, sombreros de hierro de ala ancha, yelmos semiesféricos (cereveleras) o bien cascos más puntiagudos, técnicamente llamados bacinets, a veces provistos de caretas que se podían bajar (lo que popularmente llamaríamos visera), tal y como se ve en la predela del retablo de Rubió (MEV 849).

En el siglo XV se generalizó la armadura de placas o arnés blanco, a menudo complementada todavía con porciones de cota de malla y asociado a menudo a una estética de la figura humana que adelgazaba la cintura y dejaba el pecho bombado, como vemos en el san Miguel de una predela de Lluís Borrassà (MEV 10734).

Este tipo de protección también podía ser aún combinado con discos para las articulaciones, llamados varescuits, y túnicas heráldicas para llevar encima, llamadas sobreseñales, como se ve en el Sant Hipòlit de Pere Oller (MEV 775).

Las imágenes victoriosas del arcángel Miquel, como la del retablo de Sant Miquel de Cervera, o las equivalentes de san Jorge, son las que más se explayan en el aspecto brillante y prestigioso de este tipo de armadura, la cual , contra lo que a menudo se cree, no pesaba tanto como para impedir que los caballeros se movieran y lucharan con agilidad. ¡Las recreaciones históricas de combates medievales lo demuestran!

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