Capítulo 3
Serie: Retorno al pasado
Hoy escuchamos música por todas partes: en la radio, en el hilo musical del supermercado, en streaming en nuestros dispositivos de bolsillo.… La vida tiene banda sonora. Pero, ¿y hace mil años? ¿Cuándo y cómo se escuchaba música?
Un podcast del MEV, Museo de Arte Medieval
¿Era muy diferente el día a día en la edad media? Te lo contamos.
Qué escena más dulce… El niño Jesús juega con un jilguero que vuela sobre su cabecita, mientras la mantiene cerca atada con un solomillo. Su madre le mira con un gesto delicado en sus manos. Les rodean seis ángeles que tocan instrumentos: el arpa, la flauta de pico, la fídula y la guiterna.
Un instante suspendido en el tiempo. Esto parece esa escena del retablo de la Virgen María y ángeles músicos de Jaume Cabrera. En este sentido, el interés y detalle por la representación de la música nos hace pensar que la música debía jugar un papel importante en la época. ¿Era así?
En la Edad Media, hay música por todas partes. En los monasterios y en las iglesias acompaña las plegarias de las horas y la liturgia del domingo. En el campo, hace el trabajo más ligero y más alegres las fiestas en la calle y la plaza del mercado. En un mundo en el que la mayoría de la gente no sabe leer ni escribir, la música es un vehículo fundamental para memorizar plegarias y transmitir noticias y leyendas.
Fuera de la iglesia, la música popular llegaba a los pueblos y castillos con los juglares, artistas ambulantes que entretenían a la gente tocando y cantando, haciendo números acrobáticos y trayendo animales adiestrados. No sólo cantaban canciones populares, también eran los intérpretes de los grandes poemas del amor cortés compuestos por los trovadores y las trobairitz.
«Bien quisiera mi caballero
tenerte una noche en mis brazos
[…]
Y que tuviera una noche con usted
que os diera un beso amoroso.”
Estos versos son de la condesa Beatriz de Día, trobairitz casada con Guilhem de Peitieu pero enamorada de Riambau de Orange, otro trovador.
Amores imposibles, relaciones secretas y pasiones contenidas, son los temas de las composiciones de estos poetas y poetisas occitanos que pusieron la literatura fuera del dominio de los monasterios.
En cambio, pertenece a los monasterios la música vinculada a la liturgia. Son plegarias cantadas con devoción con el texto en latín de la Biblia como protagonista y eje central. Es el canto gregoriano, sin instrumentos, con las voces formando una única melodía.
Para ser interpretadas, las partituras de canto gregoriano contaban con algunas anotaciones pero siempre era necesario conocer la melodía previamente. Para solucionarlo, Guido de Arezzo, monje italiano, creó un sistema que cambiaría la composición y la transmisión de la música radicalmente. Por un lado dio nombre a buena parte de las notas que hoy conocemos y por otro, dibujando patrones de puntos y líneas creó el pentagrama.
La creación de la notación y la escritura musical está en una de las contribuciones más importantes de la edad media a la música, pero no es la única. A medida que el románico da paso al gótico, surge la composición musical que sobrepone dos o más líneas melódicas: la polifonía. Se abre así un universo de posibilidades creativas tanto para los compositores como para los intérpretes.
Recordamos la escena del retablo de Cabrera con la Virgen, el niño Jesús y los ángeles que tocan varios instrumentos. Además de su lirismo, esta escena nos presenta lo que en el s. XV fue una gran novedad, la invención del cuarteto musical.
La aparición del arte polifónico durante la edad media supuso la creación de un nuevo lenguaje musical que dejó un impacto imborrable e inmenso en toda la historia de la música occidental.
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